Y como estabas sola te sumiste en tus pensamientos, viajando a lomos del tiempo o tal vez proyectándote a un futuro de fantasía.
Y mientras tanto, sin darte tú cuenta, el leve aleteo de tu chaqueta mecida por el viento dejaba ver algunos centímetros de tu piel sin que ninguna mirada pudiese deslizarse sobre ella.
Cuántos habrán soñado con un momento así, y tendrán que conformarse con envidiar al mar y a los árboles, únicos testigos de tu soledad.
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