El amor, viene de una alguna manera y luego se va del mismo modo. No pidió permiso para venir... ¿por qué debería preguntar si puede irse? Fue un regalo del más allá... misterioso, y ha de irse de igual forma misteriosa”.
(Anónimo)
¡No tires nunca las cartas de amor!…
“Ellas no te abandonarán.
El tiempo pasará, se borrará el deseo – esta flecha de sombra – y los sensuales rostros, bellos e inteligentes, se ocultarán de ti, al fondo de un espejo…
Caerán los años. Te cansarán los libros, descenderás aún más, e incluso perderás la poesía.
El ruido de la ciudad en los cristales, acabará por ser tu única música…y las cartas de amor que habrás guardado, serán tu última literatura”…
(Joan Margarit, poeta, 1.938)
Gracias a Dios, casi todas mis cartas las conservo… Jamás las tiraría, porque forman parte de mi vida pasada, la presente, y lo serán en el futuro. Las leo y releo muchas veces y cada vez me parecen más hermosas…
Las cartas son un tesoro que debemos guardar. Son palabras escritas, no son palabras que se las lleva el viento... Están ahí y son el testimonio del amor que por suerte vivimos. En mi caso el amor, ha sido prodigioso, aunque algunos hayan sido esporádicos y se hayan ido de mí, pero siguen de alguna ‘manera’ a mi lado, dentro de mi alma…
Aprendí de mi madre a no tirar las cartas, para que vivan latentes en mis recuerdos, lo mismo que mis padres hicieron con las suyas, que las conservaron siempre y por eso ahora las guardamos los hijos como un verdadero tesoro.
Hay un maravilloso poema de Ramón de Campoamor, que cada vez que lo leo, me emociono… Además mi madre nos lo recitaba de tal manera que nos embobaba…
Quien Supiera Escribir
«Escribidme una carta, señor cura.»
-Ya sé para quien es.
«¿Sabéis quién es, porque una noche oscura nos visteis juntos?»
-Pues…
Perdonad; mas… No extraño ese tropiezo.
La noche, la ocasión…
Dadme pluma y papel. Gracias. Empiezo:
Mi querido Ramón:
«¿Querido…? Pero, en fin, ya lo habéis puesto…»
-Si no queréis…
«¡Sí, sí!»
-¡Qué triste estoy! ¿No es eso?
«Por supuesto.»
¡Qué triste estoy sin ti!»
-Una congoja al empezar me viene…
«¿Cómo sabéis mi mal?…»
-Para un viejo, una niña siempre tiene
el pecho de cristal.
-¿Qué es sin ti el mundo? Un valle de amargura.
¿Y contigo? Un edén.
«Haced la letra clara, señor cura;
¡que lo entienda eso bien!»
-El beso aquel que de marchar al punto
te di… «¿Cómo sabéis?…»
-Cuando se va y se viene y se está junto
siempre… no os afrentéis.
Y si volver tu afecto no procura,
tanto me harás sufrir…
«¿Sufrir y nada más? No, señor cura.
¡Que me voy a morir!»
-¿Morir? ¿Sabéis que es ofender al cielo…?
«Pues sí, señor, ¡morir!»
-Yo no pongo morir.
«¡Qué hombre de hielo!
¡Quién supiera escribir!...
¡Señor rector, señor rector! En vano
me queréis complacer,
si no encarnan los signos de la mano
todo el ser de mí ser.
Escribidle, por Dios, que el alma mía
ya en mí no quiere estar;
que la pena no me ahoga cada día…
porque puedo llorar.
Que mis labios, las rosas de su aliento,
no se saben abrir;
que olvidan de la risa el movimiento,
a fuerza de sentir.
Que mis ojos, que él tiene por tan bellos,
cargados con mi afán,
como no tienen quién se mire en ellos,
cerrados siempre están.
Que es, de cuantos tormentos he sufrido,
la ausencia el más atroz;
que es un perpetuo sueño de mi oído
el eco de su voz…
Que siendo por su causa, el alma mía
¡goza tanto en sufrir…!
Dios mío, ¡cuántas cosas le diría
si supiera escribir!»
EPÍLOGO
-Pues, señor, ¡bravo amor! Copio y concluyo:
A don Ramón… en fin,
que es inútil saber para esto arguyo
ni el griego ni el latín.
La primera vez que la oí recitar éste poema, tenía 13 años y le pregunté: Mamá, ¿Alguna vez podrán escribirme cartas de amor? Y ella me dijo, ¡Claro que sí, Adelita, te escribirán muchas, ya lo verás!
Solo pasaron dos años, cuando con 16, empecé a recibir algunas de amigos míos… inocentes, desde luego, pero llenas de ternura y cariño… Esas, con el tiempo se me perdieron, ¡Cómo me pesa haberlas perdido!, sin embargo años más tarde recibí muchas de esas cartas de amor que dice el poeta… ¡Cómo me gustaba recibirlas y contestarlas! Eran maravillosas…
Algunas las rompí, tuve que hacerlo, aunque me dolió mucho… pero el resto, ¡Las más bonitas!, las que me hacen soñar cuando me siento apagada y solitaria, las vuelvo a leer una y otra vez porque me encantan, luego las guardo y las guardaré mientras viva…
Y como dice Joan Margarit, serán mi “última literatura”
Si las tenéis, conservarlas, porque su pérdida duele profundamente. Es como si rompieras con el pasado vivido, ese que te hizo tan feliz y te hizo soñar entre ensueños y nubes, durante mucho tiempo…
Abrazos para todos,
Adela
2 comments
Adela, la sevillana said:
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Adela, la sevillana said: