Durante una caminata por el Parque Natural de Cabo de Gata, llegamos a la duna fósil de Los Escullos. El viento y el tiempo han esculpido en la piedra formas imposibles: un perfil que parece vigilar el mar, como un león o un dragón dormido.

En la imagen, mi compañera de vida encuadra el instante con su cámara, fascinada por la textura de la roca y la luz que cambia a cada paso. A su alrededor, el silencio y el rumor del viento cuentan historias de un paisaje que nació del mar y quedó detenido en el tiempo.

Cabo de Gata siempre nos sorprende: es un lugar donde la tierra recuerda su memoria más antigua.