¡Cuánto tiempo pasó!
y es que éramos tan jóvenes,
adictos a lo invisible,
el tiempo era algo imaginable.
Si, siempre quise ser un
polichinela de trapo, ojos
de ámbar y sueños azules,
si, ahora soy un recuerdo...
Cometa al viento,
paladín de caballo blanco
retador del amanecer
si, ese fui yo...
Si, el magnolio está seco,
y los girasoles no giran,
este tiempo rezuma
incertidumbre...
¿No hay un sueño que soñar?
La veleta, inmóvil y eterna
señala el punto al norte
quizás no hay esperanza
para los polichinelas de trapo.
Eclipse en un atardecer rojo,
muy al norte, la aurora teñía
de mil colores aquel caminar,
y un crepúsculo violáceo
adornado por bellos heliotropos
acompañaron aquel adiós...
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