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De seres y de humanos


Olor de solitario y soledad, cama deshecha,
cegados ceniceros en esta tarde de domingo,
helado soplo de noviembre en el cristal
y un vaso medio lleno de cansancio.

Te escribo por hacer algo más inútil aún
que pensar en silencio o imaginar tu voz,
o escuchar una música herida de recuerdos
o pedir al teléfono un absurdo milagro.
“Éste es el corrido del caballo blanco
que en un día domingo feliz arrancara”.

Éste es el corrido, pero nadie canta,
y un muerto con mi nombre, vestido con mis trajes,
me saluda y observa por los cuartos vacíos,
me mira en la distancia como si fuera un niño
y acaricia en sus dedos un rastro de ternura.

Sobre su frente inmóvil va cayendo tu nombre
y humedece sus labios una lluvia perdida.
Olor de soledad y humo de aniversario
mientras busco, dolorosamente trato de recordar
tus ojos insomnes con su vaho de mendigo,
devorando su luz, ahogando su locura.

Tus dos ojos como picos de presa que se clavan
y rasgan y desgarran la piel de nuestro amor.
Soplo de embriagado recuerdo, agria melancolía,
rescoldo que tu lengua aún enciende
en estas horas de strip-tease solitario
en que celebro en tu derrota todas las derrotas.

Un año después y tu pelo, tu largo pelo
ardiendo desbocado entre mis manos,
clavado para siempre en esta almohada,
recorriendo esta casa, sus rincones y puertas
como un viento insaciable que buscase su fin.

Un año después de ya no verte,
definitivamente talando en tu memoria,
qué real sigues siendo, qué difícil herirte.
La sosegada certidumbre de esta mesa en que escribo
puede tener la pasión estremecida de tu piel
y la ropa que el sillón desordena
puede ahora ocultar el temblor de tus pechos.
Sobre tu seco abierto y tus muslos de arena,
sobre tus manos ciegas que persiguen la noche,
qué triste es el cuchillo, qué aciaga la hoja.

Un muerto con mi nombre y mis uñas mordidas,
un cadáver grotesco, me dicta estas palabras,
me señala en los cuadros, en la pared manchada,
el destino de hoy, de este día cualquiera,
al borde de mi vida, al borde del invierno,
al borde de otro año que empieza con tu ausencia,
al borde de mis ojos y tu voz que ahora escucho.

Un año después de ya no verte,
mientras te escribo, odiando hasta la tinta,
en esta tarde de noviembre, olor de solitario y soledad,
helado soplo en el cristal vacío. Un muerto.

Juan Luis Panero, Un año después de ya no verte


Se nos concedió la tierra, el cielo y el mar; se nos dejó admirar a las estrellas lejanas, y gozar de las nubes, la niebla y la lluvia. Y se puso a nuestro alcance todos sus tesoros y todos sus frutos

Nos dieron el día y la noche, la apacible tarde de verano, la oscura madrugada de invierno; los mediodías luminosos, las cálidas mañanas de abril. Y despertaron todos los colores y todos los sentidos.

Nos otorgaron el sol y el viento; y las plantas, las flores y los pájaros; las feroces alimañas, los fieles perros, los esquivos felinos, las tímidas mariposas. Y se desplegó ante nuestros ojos toda la maravillosa diversidad que contenían. Nada hizo mella en nuestro orgullo, nada aplacó nuestra soberbia.

Finalmente, se nos hizo entrega de la pasión y la lujuria, del amor y del deseo, de las emociones y las artes. Y fuimos derrotados, sin sangre, sin batalla, sin resistencia, por la belleza. Y con la derrota, llegó la vida...






Feliz domingo, humanos todos.

1 comment

Exiliada said:

Gracias, mis niños.
Una ronda de besos para estos señores!!!

Y punto...
:-)
14 years ago ( translate )