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MIKI, EL MONITO DE MI MADRE…- 2- 4- 2016

En uno de los viajes de mis padres a Guinea, con mi hermano Luis, a él le regalaron un monito tití… Mamá se lo trajo a España, y como le gustaban tantísimo los animales, lo adoptó como un hijo más. Al monito le puso en nombre de MIKI.

Era un tití pequeño, no media más de 30 centímetros, más su larga cola. Se lo regalaron siendo un mono-bebé y naturalmente el mono, adoptó a mi madre como si fuese la suya propia.

Mi madre lo quería mucho y lo llevaba siempre encima, bien en su bolsillo ó en el escote en donde se metía y asomaba la cabecita y las manos para observarlo todo. Era muy gracioso, todos nos reíamos con sus “monerías” y él se sentía muy protagonista. Como andaba suelto, hacía lo que le daba la gana… lo mismo trepaba por las cortinas y se quedaba desde su atalaya mirándonos a unos y a otros con sus ojillos saltones color miel, ó de repente saltaba y se subía a un hombro, o nos tocaba el pelo, y si tenías alguna horquilla te la quitaba… te quería quitar los pendientes… y si llevabas un collar lo cogía con sus diminutas manos lo olía y tenías que procurar que no lo mordiera. Comía mucha fruta y frutos secos, así que estaba sano, fuerte y con mucha vitalidad.

También teníamos un lorito en una jaula. Lo trajimos de Venezuela, al que MIKI traía por la calle de la amargura porque que se subía a su jaula para quitarle las pipas, pobre lorito! jajajaaa. El loro se asustaba mucho cuando veía al mono meter sus brazos por entre las rejas y se defendía a picotazos o como podía, aunque como el mono era más rápido y más ágil, no llegó a picarle nunca.

MIKI, era tremendo. Al principio, con la novedad, todo iba muy bien, era muy divertido, ocurrente y muy gracioso… pero con el tiempo fue cambiando. Empezó por volverse egoísta. Llegábamos de la calle y mi madre tenía que sujetarle bien cuando nos acercábamos a ella para darle un beso, porque el mono se enfadaba y nos enseñaba sus colmillos como diciendo, eh! ni te acerques que ésta es mi madre, y emitía unos sonidos y unos gritos con la boca abierta; con esos colmillos, tan feos y con los ojos de loco, por lo que todos empezamos a temerle.

Un día que yo llegaba de trabajar en el Hospital, me acerqué a besar a mamá y el dichoso bicho me salto encima y casi me muerde. Di un grito, me lo quité de un manotazo y lo mandé al suelo. Me indigné. El se metió en el escote de mamá y fue a partir de entonces cuando nos declaramos la guerra el mono y yo. Dejó de ser el mono gracioso a ser el mono peligroso. Realmente se volvió muy peligroso...

Cada vez que me veía entrar en el salón, se ponía nervioso, chillaba y no me dejaba acercarme a mi madre a la que le decía: ¡no hay derecho, mamá, quiero darte un beso y este mierda de bicho no me deja!, me encaraba con él, le daba yo también unos cuantos gritos, pero MIKI seguía en sus treces, yo le trasmitía mi indignación y él me trasmitía su enfado, y se quedaba tan tranquilo.

Mi madre me decía, no te enfades hija, ¿no ves que es muy chiquitito?, ¡él no entiende!, y yo indignada le decía ¡por Dios mamá, lo entiende TODO y nos domina a TODOS ¿no lo ves? Mamá se reía, mi enfado pasaba, pero el mono asqueroso se salía con la suya…

El mono, cuando olía mal lo bañábamos, claro. Llenábamos media bañera con el agua un poco templada y después de enjabonarlo lo echábamos al agua desde un extremo. Era como un espectáculo de circo, el iba de lado a lado nadando con una habilidad asombrosa y se hacía varios largos hasta que se cansaba y protestaba (no podía salirse solo, porque se resbalaba) terminábamos sacándolo después de habernos reído de lo lindo a su costa Jajajajaaaaa... pero luego se quedaba tan limpito y oliendo tan bien, que daba gusto.
Era un mono ‘erótico’… le compramos muñequitos de goma de esos que tienen un pito y el muy… eso… los montaba como si fuera una mona…

Mi hermana Chipu y yo aún no nos habíamos casado y nuestros novios Juan Carlos y Ricardo aparecían por casa para vernos. Si mamá había salido ó estaba leyendo en su cuarto, entre nosotros cuatro y los hermanos que estuvieran en casa, empezamos a imaginar las formas posibles de deshacernos de MIKI. Iban apareciendo el resto de los hermanos y a todos y a cada uno se nos iban ocurriendo las formas más peregrinas de matarlo… todo esto sin que mamá se enterase, claro, (se habría enfermado del disgusto!). No lo hicimos, naturalmente, pero nos reímos mucho contando e imaginando cómo lo podríamos matar…


LAS MALDADES DE “MIKI”


Recuerdo que un día apareció mi hermano Luis contentísimo porque se había encargado unas lentillas y las traía para estrenarlas…

Nos reunió a todos en la mesa a su alrededor y saco un estuche que contenía un espejo, un tapetito negro, un líquido para limpiar las lentillas y una cajita donde estaban. Todos estábamos mirando expectantes la preparación de mi hermano y mientras él se disponía a empezar, el mono nos estaba mirando fijamente desde la galería de la cortina, observando atentamente todo lo que hacía Luis, y antes de que nos diéramos cuenta, de un salto se tiró a la mesa y a la velocidad de un rayo, cogió las dos lentillas y se las metió en la boca…

Nos quedamos todos espantados, pues el dichoso mono de otro salto volvió a encaramarse a las alturas…

Luis se puso a gritar… nosotros también y mamá diciéndole al monito ¡Ven Miki, chiquitito, ¡No Las muerdas! ¡Dame eso, no las muerdas por favor! Y a nosotros nos decía ¡No le gritéis que se asusta! Y después de un buen rato y muchas súplicas de mamá, el mono bajó y se fue con ella…
Mientras tanto nosotros estábamos sin respirar… Dámelo Miki, dámelo mi vida, dáselo a mamá… Mi madre acariciando a su mono y el con las lentillas metidas en los papos (eso hacen los monos guardándose la comida) y cuando ya creíamos que se las iba a dar, el muy malvado se las saca de los papos y las masticó…
¡Oh Dios mío, adiós lentillas!
Mi madre salió corriendo con su mono, se metió en su cuarto y se cerró con llave, y Luis al otro lado de la puerta gritando ¡MAMÁ, abre, que lo voy a matar… ¡LO MATO, LO MATO! Déjame que lo mate MADRE!!!… Pero mamá no abrió la puerta durante mucho rato arrancándole la promesa a su hijo de que no lo mataría y prometiéndole otras lentillas nuevas.

Luis tenía razones más que suficientes para querer matar al mono, y no solo por el caso de las lentillas…

Estaba preparando su proyecto de fin de carrera y le había costado mucho trabajo hacer un plano enorme en papel de cebolla.

Cuando por fin lo termina, lo contempla con mucho orgullo y lo coloca con chinchetas detrás de la puerta de su dormitorio. Pidió, por favor, que mantuviésemos la puerta cerrada y tuviésemos mucho cuidado de no romper el plano que tantos sudores le había costado y que tenía que presentar al día siguiente en la Escuela de Minas…

El malvado MIKI, que había oído todas las recomendaciones de Luis y no se supo cómo, ni de qué manera, ni cuando, se coló en la habitación, miró a la puerta… miró el plano prohibido… dio un salto desde la cama y llegando a la puerta, cogió el plano desde arriba con las dos manos y dejándose caer, lo rajó de arriba abajo… ¡adiós plano!...

Vuelta a encerrarse mamá con el mono, vueltos los insultos de amenaza de muerte, vueltas las indignaciones de unos y de otros, pero el maldito mono había vuelto a salirse con la suya refugiándose en su ‘madre’.

Luis se desesperó y lloró… no podía darle tiempo de ninguna manera hacer otro plano nuevo… Pero el buenazo de mi hermano Pepe, ayudó a Luis, se pasaron toda la noche trabajando en el proyecto y lo terminaron para que lo pudiera presentar. Pepe tenía la carrera de Arquitecto Técnico, era muy bueno dibujando y le ayudó a su hermano Luis, logrando hacer un plano impecable. Luis entregó su plano en la Escuela de Minas, y le aprobaron el proyecto. Fue una gran satisfacción para todos nosotros….
No durmieron en toda la noche…pobrecillos.


EL FINAL DE MIKI

Yo ya estaba casada, vivía en Sevilla, había nacido mi hijo Ricardo y nos fuimos en septiembre a Aguadulce, Almería. Mis padres vivían entonces allí y con ellos, mis hermanas Mari Carmen, Trini y el maldito mono.

A Miki le habían crecido inexplicablemente unos colmillos monstruosamente grandes, parecía un vampiro, daba miedo y cuando se enfadaba los enseñaba como advirtiéndote ¡cuidado conmigo, mirar lo que tengo!, poniendo tal cara de fiera que hasta mamá se asustaba. Un día se enfadó mi padre con él (estaba hasta el gorro de la tiranía del dichoso mono). MIKI le atacó haciéndole una considerable herida en una mano, y le tuvieron que dar varios puntos. Papá se indignó con toda la razón y mamá también, así que como estaba harto del animal, decidieran donarlo al Zoológico de Almería. De esa forma el mono dejó de pertenecer a la familia Montoya.

Lo llevaron al Zoo, y decidieron que a lo mejor el mono estaba tan agresivo por no haberlo cruzado nunca, así que lo metieron en una jaula con una monita como él. Lo malo fue que el muy canalla la mató a mordiscos!

En vista de lo cual lo dejaron solo en la jaula para que no volviera a ocurrir. Un día, un cuidador entró para limpiarla y el mono le atacó de mala manera, casi le arranca una oreja. El director del Zoo dijo que estaba loco y era muy peligroso y le dio un tiro, mandando a MIKI al infierno de los monos.

Mi padre lo supo porque se lo dijeron, pero mi madre nunca se enteró. Se le ocultó para que no se llevara un disgusto, aunque supongo que con el tiempo se enteraría.

Y ese fue el final de MIKI, el egoísta, el envidioso, el TIRANO, y el tremendo, mono de mi santa madre

Adela

1 comment

Adela, la sevillana said:

Gracias Maat... Miki era tremendo!!!
8 years ago ( translate )