Cuando el aire susurra en mis oidos, despacio acariciandome las mejillas, me deja un aroma a hierba fresca. Me pincha de vez en cuando con sus hierbas, para hacerme reirme sin pedirme nada a cambio. Pienso es ella, la naturaleza, pero cuanto te quiero. Los momentos tranquilos, de paz está entre sus hierbas y sus olores peculiares, que me envuelven lentamente hasta penetrar en mi corazón. Paseo delante de ella, la admiro el coraje que tiene, la valentia a soportar tormentas, calores, y maltratos. Pero sigue en pie, no me pide nada, ni le pido nada, es un intercambio, como un pacto entre ella y yo, yo paseo en sus matorales y ella me da su satisfacción.
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