A los quince, mantuve intercambios epistolares, claro. Muchos. Y las papeleras adquirían en cada renglón un color diferente, e incluso un peinado, cuando de ello se trataba. También, en dichas cartas, se describían y contaban grandes verdades envueltas en la cruel mentira de quien se sabe y cree poseedor del sentimiento único. Claro.
En algunas cartas, se mojaban letras con el sudor de la tensión de los dedos, o de alguna lágrima emocionada del momento. Dejaban maravillosos lagos de letras difuminadas. Quizá lo mejor de esas cartas.
Con el tiempo, escribí más cartas. Ya sin lagos azules de letras. No eran las mismas.
Con más tiempo, las cartas dejaron de tener el suave y airoso sonido de una punta pintando un papel; se dibujaban letras impulsadas por unos golpes de martillo en una tableta de letras que no tienen aire ni viento, y los lagos azules dejaron de ser lo que eran.
Aquellos lagos azules, pasaron a convertirse en sucio barro entre unas teclas o morían sin remedio sobre una fría mesa de no se qué.
Doy movimiento a mis plumas y papeles buscando aquel sonido. Buscando un lago azul con la letra T, que es la que más hermoso lo hacía.
2 comments
viola said:
T de Tesoro, de Tesón, de Tamarindo, de Tanganillo, de Tierra, de Tollo, de Teresa, de Trasmallo, de Trebolina...
Johnny Pardela said:
T de TEQUIEROSAMOSDESEOSPIENSOSEXTRAÑOSAÑOROSUEÑOSIENTOS...
T de TODO.